Por Sara Rosenberg
1. Ayer, 1 º de Octubre, se cumplieron dos meses de la detención y desaparición de Santiago Maldonado. Hubo grandes manifestaciones en Buenos aires y en todo el país, mientras en Madrid estábamos en la Puerta del sol para decir No al fascismo y No a la represión contra el pueblo de Cataluña. Es una y la misma lucha contra la barbarie capitalista y el imperialismo. Aquí, en Argentina, en Venezuela, en Yemen, en Palestina, en Siria donde hemos de celebrar la victoria del pueblo sirio después de una guerra de siete años contra el terrorismo de las potencias occidentales lideradas por USA , y el comienzo de la reconstrucción del país.
No se trata de una solidaridad difusa sino la comprensión de que las luchas a escala internacional se libran contra un enemigo común, que si en Linares (con 45% de paro) nos roban de una manera en la Patagonia lo hacen de la misma manera, con impunidad y alevosía. Es el carácter profundo del sistema capitalista y por eso es necesario desarrollar la lucha internacionalista y antiimperialista en cada rincón del planeta.
Dije detención y desaparición de Santiago Maldonado, para subrayar que fue detenido por fuerzas de la gendarmería nacional argentina y desaparecido por el aparato de estado. No hay cuerpo, no hay crimen, es lo que dicen ellos. Pero esta falta de cuerpo y esta figura del terror, creada y utilizada por las dictaduras de América Latina durante las décadas infames de los 70 y los 80 tiene una historia que hunde sus raíces en el colonialismo y más tarde en el imperialismo. Más de cincuenta millones de seres humanos fueron desaparecidos en América Latina conquistada a sangre y fuego y cientos de miles fueron esclavizados en África, barbarie que está en el ADN del capitalismo y que fue continuada y desarrollada por los ejércitos y las clases dominantes de América Latina. El nazismo también volvió humo y niebla a los propios europeos en nombre de la supremacía racial y su proyecto colonial-imperial antisoviético y anticomunista. El cuerpo desaparecido -el cuerpo que no olvidamos- fue siempre el cuerpo de nuestro pueblo. Y los autores del crimen son siempre los mismos, en su fase militar o en la fase que ahora llaman “democracia”.
La detención y desaparición de Santiago Maldonado, y la prisión de Milagro Sala son una continuación del terrorismo de estado, que a veces usa traje militar o bien el disfraz de corbata democrática, hoy más útil para al expolio en fase neoliberal y guerrerista. No podemos olvidar aquella frase de Brecht : un fascista es un burgués asustado. Y ese burgués asustado por el avance de las luchas populares asesina impunemente, como hace el fascismo.
2.
Para entender la razón de clase que hizo desaparecer a Santiago, es necesario entender nuestra historia de despojo y de lucha contra el capitalismo. Como decía Rodolfo Walsh, las clases dominantes quieren que olvidemos la historia y especialmente la historia de nuestras luchas para condenarnos a estar empezando siempre desde cero. Sin historia y sin memoria –que es lo que pretende el aparato cultural e ideológico del sistema- no es posible organizarnos ni elaborar un proyecto político capaz de transformar la situación de explotación de las mayorías del planeta.
Las luchas fragmentarias –que no atacan las raíces del sistema- están a la orden del día y es a través de la comprensión de una historia común como podremos unirlas y desarrollar un verdadero frente antiimperialista.
La lucha de Santiago Maldonado es la lucha contra el robo de la tierra de los pueblos originarios, que ha sido una constante desde el nacimiento de los estados nación en América, supuestamente independientes, pero subordinados al capital inglés y a la potencia económica y colonial del momento: Inglaterra.
Osvaldo Bayer, -uno de nuestros activistas e historiadores más lúcidos y comprometidos con la lucha de los pueblos y los obreros del sur-, nos recuerda:
“ El robo de la tierra se originó con las llamadas “Campañas del desierto” sobre la tierra donde vivían los pueblos originarios. La mayor de esas masacres fue llevada a cabo por el general Julio A. Roca en 1879. La Sociedad Rural, creada por los estancieros de la provincia de Buenos Aires en 1866, cofinanció la campaña. El Ejército argentino marchó sobre los pueblos originarios y perpetró un verdadero genocidio. Roca re-estableció la esclavitud en Argentina –eliminada en 1813–. En los diarios argentinos se podía leer: “Hoy reparto de indios. A toda familia que requiera se le entregará un varón como peón, una china como sirvienta o un chinito como mandadero”. También se repartieron 42 millones de hectáreas a 1.800 estancieros integrantes de la Sociedad Rural. Al presidente de la Sociedad Rural, el señor José María Martínez de Hoz, se le entregaron 2.500.000 hectáreas. Los Martínez de Hoz eran una familia de españoles que habían llegado al Virreinato del Río de la Plata cuando era de dominio español como traficantes de esclavos. Luego se convirtieron en una familia de terratenientes y hoy todavía dominan la escena. Tanto es así que el ministro de Economía más famoso de la última dictadura militar era bisnieto de aquel traficante de esclavos…”
“Primero tildaron a los indios de ladrones, decían que se llevaban las vacas. Para luchar contra eso empiezan a construir la famosa zanja de Alsina, un foso de cinco metros de profundidad y tres de ancho, desde el Atlántico a la cordillera de los Andes. Se hicieron más de 360 kilómetros de zanja. Pero los pueblos originarios tuvieron mala suerte. Murió Alsina y el presidente Nicolás Avellaneda nombró al general Julio A. Roca como ministro de Guerra. Roca decide imitar la estrategia norteamericana: importa 10.000 fusiles de repetición, para terminar para siempre con los “salvajes”. Con apoyo de los grandes diarios de Buenos Aires se inició una gran campaña contra los pueblos originarios. El resultado fueron 14.000 indios muertos y unas 14.600 personas tomadas como esclavas, peones que irían a trabajar en las fortificaciones militares de la isla Martín García [en el Río de la Plata] o en la zafra del azúcar en la provincia de Tucumán. A las indias se las pone como sirvientas y se las separa de sus hijos. Para los integrantes de los pueblos originarios que se salvaron empezó un periodo de indigencia, de mucha pobreza. Muchos de sus nietos forman hoy parte de las villas miseria.
“Los grandes “héroes de la patria”, además de los que lucharon en la independencia contra España, son los de la conquista del desierto. A los pueblos originarios siempre se les tildó de salvajes y los héroes son Roca, Bartolomé Mitre o Domingo Faustino Sarmiento. Sarmiento era un racista insoportable. Él casi siempre hablaba de los “indios piojosos”, a pesar de que tenía un 25% de sangre india, por su madre. Roca tiene el monumento más grande de Buenos Aires. En la Patagonia, las calles principales se llaman Julio A. Roca. Hace diez años hemos empezado con una campaña para cambiar esto y hemos logrado algunos triunfos. En algunos pueblos se ha cambiado el nombre de la calle Roca por Pueblos Originarios. Y ya hemos recolectado más de un millón de llaves de bronce para construir un monumento a la mujer originaria que reemplace el de Roca en el centro de Buenos Aires.
Es que en Historia siempre, al final, triunfa la Ética, la Verdad. Un genocidio es un genocidio y no se lo puede tapar con el eufemismo de llamarlo la “Campaña del Desierto”. También quedó en claro que, además del genocidio y el robo de tierras, los vencedores volvieron a practicar la odiada esclavitud que había comenzado a eliminarse en nuestro país en la célebre Asamblea del año XIII, cuando se proclamó la libertad de vientres, es decir que a partir de ese año, tres después de la gloriosa Revolución de Mayo, quedaban libres los hijos de los esclavos que nacían ese año. Como decimos, esa esclavitud fue reimplantada por el presidente Avellaneda y su ministro de Guerra, el general Julio Argentino Roca…” En 1896, 12 años después de que finalizara la Conquista del Desierto, el presidente argentino José Evaristo Uriburu donó 900.000 hectáreas a diez ciudadanos ingleses. Poco después, estos personajes anónimos traspasaron sus estancias a la Argentinean Southern Land Company Ltd, una “empresa fantasma creada con el único propósito de recibir la donación de esas tierras”, que no sólo violaba toda la legislación de la época, sino que fue el pago por las armas automáticas inglesas que se usaron en la Conquista del Desierto.
Los conflictos por la tierra nunca cesaron y se agudizaron a partir de 2001, en el marco de la gran crisis de despojo desatada por el neoliberalismo. En territorio mapuche se incrementaron las presiones económicas y el robo de las tierras comunitarias. Al negocio turístico e inmobiliario, se sumó el ingreso de compañías petroleras y mineras además de una nueva hornada de latifundistas: multinacionales y millonarios europeos y norteamericanos que “han encontrado en los bienes raíces un sitio seguro para tener los capitales, nichos donde con ciertos grados de corrupción necesaria se van convirtiendo en propietarios de grandes extensiones de tierra”.
Luciano Benetton, el millonario británico Joe Lewis, el estadounidense Douglas Tomkins, el presentador argentino Marcelo Tinelli o Ted Turner, dueño de un imperio mediático, son sólo algunos nombres de estos nuevos grandes terratenientes, autores del despojo de las comunidades mapuches. Estos son los sujetos criminales, los “desaparecedores” de Santiago. Y la detención -desaparición de Santiago Maldonado, que en las paredes aparece como la 30.001, se ha realizado no sólo para amedrentarnos sino para reafirmar la impunidad neoliberal.
3. La palabra desaparecido.
Es interesante recordar que la palabra “desaparecido” atraviesa como un puñal nuestra historia desde antes del golpe del 76, cuando la llamada triple A, -Alianza anticomunista argentina- empezó a asesinar y a desaparecer a todos los que pensábamos o actuábamos en contra del imperialismo y la barbarie neoliberal que necesitaban imponer. Las fuerzas de la reacción, la burguesía aterrada `por el avance de las fuerzas populares y revolucionarias sacó a la calle a sus grupos paramilitares y policiales, el estado terrorista llenó el país de cuerpos torturados que aparecían en las ciudades y pueblos , tirados en las calles y en los basurales o no aparecían más. La desaparición de Santiago reabre esta problemática y reabre el tema de cómo enfrentarla. Nuestra lucha es una lucha contra la impunidad, porque el sistema capitalista actual necesita imponerse a través de la más absoluta impunidad mientras destroza nuestra capacidad crítica a través de una maquinaria propagandística que nos hace incapaces de responder de manera organizada.
En el golpe militar del año 1976, el general Videla acuña esta palabra maldita: “desaparecido” cuando dice: “los desaparecidos no están, no existen, no están ni vivos ni muertos, son desaparecidos…”. El laboratorio represivo que arranca con el golpe de Chile en 1973 se perfecciona, y la dictadura argentina de 1976-1984 es una maquinaria de terror capaz de cazar y asesinar más allá de sus fronteras, en alianza con los sicarios militares de Chile, Bolivia, Brasil, Uruguay, Paraguay y Perú. Es el llamado operativo Cóndor que transforma América latina en un gigantesco campo de exterminio. Huías como podías, pero las policías y los ejércitos aliados del imperio te cazaban y se repartían los botines –humanos- de guerra. Este fue el plan de Kissinger y de sus muchachos de la escuela de Chicago, con Milton Friedman a la cabeza. Toda una generación fue aniquilada con una crueldad bestial. Hasta nuestros hijos y nuestros nietos debían ser aniquilados y educados por familias adictas al régimen fascista.
Los campos de concentración, los chupaderos, los vuelos de la muerte, el asesinato, la tortura y el robo de niños fueron la marca que nos tatuó para siempre. El país nació sobre el genocidio indígena, la explotación de los obreros inmigrantes y locales y se prolongó en los genocidios del siglo XX. Un país colonizado y colonizador, en el que las clases dominantes aliadas al imperialismo se armaron con un ejército criminal para expoliar y reprimir al pueblo.
Hasta los años 90, las dictaduras militares en América Latina impusieron a sangre y fuego el programa económico del imperio, que benefició a los propietarios de grandes latifundios, industrias y bancos. Las “raquíticas democracias” que después de los 90 sucedieron a los militares continuaron con el programa neoliberal arrasando todos los derechos de los trabajadores y condenando a las mayorías –devastadas por los años de terror- a una vida miserable, mientras los ricos acumulaban cada vez más poder y fortuna.
Pero el clamor de las madres y los familiares creció, nacían los pañuelos blancos que gritaban en la plaza todos los jueves “con vida los llevaron, con vida los queremos”, la palabra ·desaparecido” se hizo carne en nosotros y durante más de 47 años de lucha por la memoria la verdad y la justicia, fue el estandarte que nos permitió sentar en el banquillo a una parte de los genocidas. Videla murió en la cárcel, y esa es nuestra humilde victoria; hay muchos genocidas condenados, pero faltan muchos todavía, porque la dictadura genocida fue una dictadura cívico-militar, donde un sector importante de la sociedad civil -empresarios, banqueros, funcionarios, políticos, iglesia- estuvo implicada y permanece sin juicio y sin castigo. La lucha por la justicia continúa y continuará durante muchos años más.
Lo nuclear de esta larga lucha fue la consigna fervorosa contra el olvido y la resignación: MEMORIA-VERDAD- JUSTICIA. Una consigna de lucha que nos formó como pueblo y que sienta un precedente internacional en la lucha contra la impunidad, tanto que desde Argentina se ha podido enjuiciar a algunos represores españoles también implicados en el genocidio y abrir el tema de la memoria histórica que espera todavía que los crímenes del franquismo algún día sean juzgados y condenados como corresponde.
No se mata a una generación pensante y luchadora sin una razón: se mató y se aplicó el terrorismo de estado para imponer un sistema de explotación brutal, para robar sin ningún limite legal y para permitir la entrega de nuestras riquezas a las corporaciones transnacionales: Ford, Ledesma, Repsol, Telefónica, BBV, Santander, Benetton, entre otras…y hoy en el centro del tema que nos reúne, Benetton, la corporación textil de Luciano Benetton, dueño de 1.500.000 hectáreas de tierra en la Patagonia , compradas a través de testaferros argentinos que despojaron a las comunidades campesinas e indígenas. Benetton, la cínica moda que vende interculturalidad, la moda que pone a modelos de todos los colores y razas, la moda farsante que usa la llamada diferencia para vender su basura de moda teñida de la sangre de nuestra gente.
Nos reunimos hoy para hablar de nuestro compañero Santiago Maldonado y una vez más decir No a la impunidad. Porque Santiago Maldonado reabre el tema del terrorismo de estado y lo hace en el contexto de un gobierno disque “democrático”, pero ¿qué democracia es posible en el sistema capitalista neoliberal actual? Lanzo esta pregunta para que podamos conversar y debatir por qué democracia y capitalismo son conceptos absolutamente antagónicos.
Nos reunimos hoy en el año del centenario de la revolución soviética, una revolución que abrió una época nueva. La época de las grandes revoluciones obreras y campesinas, la época de la resistencia y las grandes luchas anticoloniales en el mundo y el triunfo de nuestra querida Cuba antiimperialista, que resiste y alumbra también las revoluciones bolivarianas en toda América Latina.
Nos reunimos aquí para compartir ideas y para reconocernos como parte de un colectivo que lucha contra la guerra imperialista. Es la misma guerra y hay que unir fuerzas y conciencias. Nos reunimos para refirmar nuestro No pasarán. El fascismo no pasará. Creo profundamente que las palabras compartidas sirven para abrir una brecha en la oscura noche que atravesamos.
Internacionalismo y antiimperialismo, Venceremos.
No pasarán!!!