No siempre es fácil trazar una línea de separación entre la guerra ideológica y la guerra conceptual.
El término “concepto” tiene demasiados significados. Durante décadas, en nuestro país se ha hablado sobre el poder conceptual, los predicadores que ejercen este poder y otros términos básicos que rozan la conspiración, y por lo tanto una discusión seria sobre la guerra conceptual está enormemente dificultosa.
Y, sin embargo, una discusión de este tipo es imprescindible. Pero es necesario comenzarla desde algo concreto, que es la cura principal contra los engaños y las mitificaciones.
No sé qué traman los mitológicos predicadores conceptuales, que por la revelación de sus secretos castigan despiadadamente a todos, pero no a los autores de obras, publicadas en ediciones de gran tirada. Pero estoy absolutamente seguro de que Francis Fukuyama publicó en 1989, en la revista americana National Interest el artículo “¿El Fin de la Historia?”. Y, tres años más tarde la desarrolló, ya sin las interrogaciones en su título, en un libro de gran volumen: “El Fin de la Historia y el Último Hombre“. Y sé que el contenido del artículo de Fukuyama, así como su ‘promoción’ sin precedentes en todo el mundo, es una operación militar en toda regla. Y no es ideológico, sino que precisamente conceptual.
Francis FUKUYAMA (1952) Filósofo, politólogo y sociólogo estadounidense. Profesor de la universidad George Mason en Fairfax desde 1996. Hijo de inmigrantes japoneses. Entre 1981 y 1982, trabajó en la Agencia de Planificación Política ante el Departamento de Estado, como especialista en políticas con oriente próximo, y más tarde, como subdirector de cuestiones militares y políticas de Europa.
La guerra ideológica opera con conceptos tales como: comunismo, liberalismo, conservadurismo, fascismo, etc. La guerra conceptual se está librando en el nivel superior. ¿En cuál exactamente?
Tanto el comunismo como el liberalismo, y el fascismo, y otros “ismos“, la lucha entre los cuales se llama guerra ideológica, no atenta contra la historia. Quieren dirigir la corriente de la historia en una u otra dirección.
La guerra conceptual no es una guerra por una u otra dirección del desarrollo, en el cual hierve la energía histórica. Es una guerra contra la propia historia.
Fukuyama dice a los ideólogos que luchan entre sí: “Estáis todos muertos. No sólo los fascistas y los comunistas, sino también los ganadores de esta guerra: los liberales. Porque con la victoria de los liberales la historia terminó“. Una afirmación más que grave. Pero los fundamentos de Fukuyama están a nivel de un vulgar propagandista. Como que si, la URSS ha perdido la guerra y ya no hay comunismo, y antes perdió el fascismo, entonces en el mundo de los países donde venció el liberalismo, que pueden influir en el movimiento histórico, la historia se acabó. Están en post-historia. Por supuesto, todavía existe la periferia del mundo donde todavía hay conflictos y luchan las reductos de lo “histórico“. Pero el mundo post-histórico los llevará al fin y al cabo a un “denominador común post-histórico“.
Así que, mientras los comunistas, los fascistas, etc. luchan por el derecho a “montar el caballo histórico”, se esta librando una guerra ideológica. Pero en cuanto empieza la promoción de un científico mediocre, que declara que el “caballo” llamado “Historia” ha muerto, hablamos de la guerra conceptual.
Este caballo desde luego, no murió. ¿Por qué iba a morir? Es que alguien necesita no exista. Y alguien quiere convencer a todos que de verdad la historia está ahí tirada, muerta. Y si usted no lo ve, si por alguna razón cree que todavía cabalga, entonces usted es un retrógrado, que tiene convulsiones arcaicas para retrasar el contenido real de la situación post-histórica.
Pero ¿por qué debemos suponer que el modesto trabajo de Fukuyama esta generado por la guerra conceptual, que, por definición pueden llevar no sólo los poderosos, si no que los más poderosos de este mundo? ¿Sólo porque el ensayo de Fukuyama ha tenido una promoción sin precedentes?
Por supuesto, esto no es suficiente. Fukuyama nunca ocultó que es alumno de Alexander Kojève, emigrante ruso, que se ha convertido en uno de los principales filósofos franceses. El propio Kojève siempre hizo hincapié en que él desarrolla determinados aspectos de las enseñanzas del gran filósofo alemán Hegel. Como en el mundo hay un montón de hegelianos y neo-hegelianos, resulta relevante entender qué aspectos de Hegel exactamente desarrollaba Kojève.
Alexander KOJÈVE (Moscú, 1902 – París – 1968). Filósofo e idealista francés, representante del movimiento neo-hegeliano. Estudió en Alemania con Karl Jaspers. Profesor de la Sorbona desde 1933. Las lecciones sobre la “fenomenología del alma” en los años 30 tuvieron un papel clave en la divulgación de las ideas de Hegel en Francia y su comprensión en el sentido del existencialismo (sobre todo el concepto de dialéctica y del método, perteneciente únicamente a la esfera de la “existencia humana”); sus seguidores eran filósofos como Jean-Paul Sartre, Maurice Merleau-Ponty, Jean Hyppolite, Gaston Fessard, el sociólogo Raymond Aron, y otros.
Kojève reflexionaba sobre la idea que, de forma muy intermitente expresó Hegel, sobre la transición del espíritu histórico hacia la fase post-histórica, en la que el propio espíritu histórico se sustituye por un “Espíritu Nuevo“. ¿Y por qué desaparece el espíritu histórico? Porque ya desarrolló todo el potencial de la novedad histórica. La novedad en el mundo se hace imposible. Todo lo nuevo ya se ha expresado. Y si es así, es hora de empezar a catalogar.
Todas los pensamientos e ideas se convierten en células de un enorme catálogo. Subrayo de nuevo, que mientras la novedad es posible, su catalogación no tiene sentido. En cuanto colocas algo en su estante correspondiente, aparece algo nuevo y lo cambia todo. Y tienes que empezar todo desde el principio. Solo parece que has acabado, respiras hondo y supervisando tu obra y, ¡pum! Aparece otra novedad. No, no. Vamos a agotar primero todo el potencial de novedad y sólo entonces comenzamos a catalogar.
Agotada la novedad empezamos a catalogar, ¿y después qué? Hegel nunca lo dice explícitamente, pero por algunos más o menos vagos fragmentos se puede reconstruir su pensamiento de la siguiente manera. El espíritu histórico murió, la catalogación se ha completado, y el Nuevo Espíritu comienza a jugar con los elementos del inventario según unas reglas de juego identificadas. La historia terminó. Comienza el Juego.
Sin embargo, podemos decir que el juego ha existido siempre. Y su expresión metafísica más profunda es el ajedrez. Al que por supuesto se puede reducir hasta combinaciones finitas del juego, ya hay ordenadores que ganan a los grandes maestros. Pero para aquellos que lo crearon, el ajedrez no se reducía a un literal proceso de juego. Por el contrario expresaba una misteriosa profundidad del concepto del “juego“.
Permítanme que les recuerde al respecto la novela de los hermanos Strugatski, “Ciudad maldita“(The Doomed City) de 1972, donde el gran maestro juega con paradójicas reglas de juego. También se sabe que, aparte del ajedrez en dos dimensiones es posible un ajedrez en tres y mas dimensiones y quien sabe qué más. A ellos juega el Espíritu Nuevo, combinando todos los elementos posibles y disfrutando de que ya no habrá nuevos elementos.
Arkadi y Borís Strugatski Los hermanos Strugatski, como se les menciona habitualmente, se convirtieron en los más conocidos escritores de ciencia ficción de la antigua Unión Soviética, con una gran cantidad de aficionados a sus obras. Sus obras muestran una clara evolución de la ciencia ficción más didáctica a un estilo mucho más “humanista” y de sátira social. Es sorprendente (y posiblemente lo que más llamó la atención a sus fanes incondicionales rusos) la habilidad para tratar sobre temas como la decisión individual humana y los sinsentidos del poder absoluto; son grandes temas subyacentes en toda su literatura. La sociedad que describen en sus últimas obras antihumanistas no es simple ficción o reflexiones. Ellos reconocen y lo han descrito en una de sus obres, que escribían un futuro real por ciertos documentos que les fueron filtrados, de esta manera no solo describiendo pero también programando a la sociedad soviética para la perestroika y los horrores y regreso que vinieron con ella. Su “humanismo” les ha permitido observarlo sin compasión, al igual que los protagonistas de su libro “Difícil ser Dios”, los superhombres que observan sin compasión como los hombres del otro planeta menos avanzado se destruyen. No tienen permiso a intervenir, cualquier muestra de compasión se califica de debilidad y se penaliza.
El director de cine Aleksei German, muy galardonado en Occidente y en Rusia de los años 90, para algo promocionado por la élite soviética, que ya preparaba la perestroika, interpretó así el “humanismo” de los Strugatski. Era otro representante de la “cultura” que activamente ayudó a demontar al Hombre y la cultura soviéticos con su “arte”. Aquí puede ver su película. Este es la demostración clara de un mundo sin Historia. El hombre ya no se desarrolla, no le es permitido desarrollarse, mientras unos superhumanos les observan sin emociones con sus fines científicas.
Él no sólo juega (en este juego se están estudiando los límites insospechados de las composiciones existentes entre los elementos). Esto es precisamente lo que describió Herman Hesse en su novela “El juego de los abalorios“, describiendo a los grandes maestros de tales juegos. En cuanto a los Strugatsky, que adaptaron a Hesse para los lectores curiosos de perfil técnico, interesados en las cuestiones humanitarias, pero que no tenían material para una investigación humanitaria profunda, ni el deseo de llevar a cabo este tipo de investigaciones. A continuación voy a ofrecer al lector un fragmento del libro “La ciudad maldita“:
“El gran estratega fue más que un estratega. Un estratega gira siempre en torno a su estrategia. El Gran estratega niega cualquier marco. La estrategia era solo un elemento despreciable en su juego. (…) El Gran estratega se hizo tan grande precisamente porque entendía (y tal vez lo sabía desde su nacimiento): no gana aquél que juega respetando todas las reglas; gana aquél que sabe en qué momento decisivo renunciar a todas las reglas e imponer sus reglas al juego, desconocidas para el adversario, y cuándo es preciso renunciar también a ellas. ¿Quién dijo que tus propias figuras son menos peligrosas que las de tu adversario? ¡Tonterías! Tus figuras son mucho más peligrosas que las de tu adversario. ¿Quién dijo que al rey hay que protegerlo y sacar de las situaciones de amenaza de jaque? ¡Tonterías! No hay ningunos reyes que no puedan ser sustituidos por cualquier caballo o incluso por un peón. ¿Quién dijo, que un peón que llegó a la última horizontal del campo enemigo necesariamente se convierte en una figura? ¡Tonterías! A veces es mucho más útil dejarlo como peón, que se quede al borde del precipicio como lección a los demás peones (…)”.
Entonces, ¿qué es exactamente lo que imponían Fukuyama y el sistema intelectual que se escondía tras él, en el que Kojève sólo es uno de los engranajes importantes? En rasgos generales, ellos sólo introducían la idea sobre el rol todopoderoso de la élite en el mundo post-histórico.
La élite existe siempre. Y siempre juega a todo tipo de juegos “finos”. Sobre todo porque en ello siempre han salido exitosos todo tipo de grupos de élite cerrados, servicios secretos de alto rango y representantes de los grupos aristocráticos. A estas comunidades sólo les preocupaba a una cosa: juegas, juegas, y de repente oyes bajo tu ventana gritos. Una masa colosal de “plebeyos”: el pueblo, excitado por algún nuevo ideal, encendido por el fuego de una nueva idea se arroja sobre ti, y tienes que sacrificar parte de tu propia clase, tan apreciada por ti.
La otra parte de esta clase imita la sumisión a la voluntad de los plebeyos y de sus líderes y espera, hasta que el fuego se extinga. Después de esto pueden de nuevo pasar al Juego, confiando, en que ahora por fin tiene todo el poder. Pero no… prende otro fuego de la Historia, y nuevos plebeyos se manifiestan bajo sus ventanas.
Surge el sueño aristocrático de apagar estos fuegos históricos de una vez por todas. Lo mismo se puede decir sobre el sueño del Fin de la Historia. En este sentido el Fin de la Historia es equivalente a la imposibilidad de la aparición de nuevos proyectos históricos, es equivalente a la incapacidad de grandes masas humanas de empezar a arder con el fuego del amor hacia un nuevo ideal histórico. Es decir al ideal, que siendo nuevo, al mismo tiempo resulta ser íntimamente heredado de los ideales del pasado.
Desde este punto de vista miremos a la vida actual y preguntémonos: ¿Realmente la tesis de Fukuyama sobre el Fin de Historia y el comienzo de post-historia y del último hombre es tan inconsistente? ¿Qué grandes masas son capaces de encenderse hoy con un nuevo ideal histórico? ¿Y cuál es este nuevo ideal histórico”.
¿Puede encenderse este fuego en Europa? Por supuesto, todo es posible. Pero hoy en día Europa está del todo privada del fuego histórico. Pequeños grupos europeos adoran los valores tradicionales, pero entre este misterio del tradicionalismo y el fuego histórico no hay nada en común, según lo entendemos nosotros. Una considerable parte de la población europea es capaz de indignarse, si los capitalistas empiezan a quitarles sus conquistas sociales de trabajadores. Pero esta indignación de nuevo está tremendamente lejos del fuego histórico que nosotros estudiamos.
En EE. UU. la situación no es mucho mejor. Allí hay restos de la pasión histórica sobre la “La ciudad sobre la colina” (del discurso de presidente Kennedy con referencias bíblicas, que justifica la excepcionalidad estadounidense). Pero estas son precisamente aquellos relictos, sobre las que escribió Fukuyama. Pueden llevar un carácter conservador o fundamentalista-religioso, pero no tienen nada que ver con una nueva pasión histórica, que es necesaria para el avance de la historia.
China es bastante fría y pragmática, al igual que todo el Sureste Asiático. Una parte considerable de la población india tiene bastante intenso fuego religioso, pero esta pasión no es histórica en el sentido que la estamos estudiando aquí.
Enumerando todo esto, por supuesto, topamos con el islam. Allí si que hay fuego histórico a gran escala. Pero en él también falta lo más importante: la novedad histórica. No hay voluntad real de avance de la historia.
De todas formas, precisamente la existencia del fuego en el islam (y no se puede negar esto) ha llevado a que al principios del siglo XXI Fukuyama renunció a su concepto del Fin de la Historia.
Pero nosotros, a diferencia de Fukuyama, no podemos cambiar el punto de vista, dependiendo de si al poder en América llegan los demócratas, que sueñan con el Fin de Historia, o los republicanos, que tienen otras ideas sobre el poder conceptual y sobre la guerra conceptual. Y admitimos, que el islam fundamentalista no asegura un nuevo fuego histórico.
¿Pero dónde entonces puede surgir este fuego? ¿En Latinoamérica? Si, en este momento este continente, en muchos aspectos misterioso, está lleno de pasión y de todo tipo de búsquedas ideológicas. Pero de momento no está nada claro si es capaz de provocar un fuego ideológico a gran escala.
Por último queda Rusia. Y no es porque nosotros así lo quisiéramos, sino basándose en el mapa objetivo de “temperaturas históricas”. Si, aquel fuego rojo, con el que prendió Rusia en 1917, que entonces salvó a la historia, han conseguido apagar en el transcurso de la así llamada “Perestroika”. Por cierto, en este sentido la perestroika no sólo es una operación ideológico-militar, sino también operación militar de conceptos en toda regla.
¿Pero, han conseguido apagar este fuego para siempre? ¿No será aquello que estamos observando ahora en Rusia en su conjunto y en particular entre la juventud del movimiento “Esencia del Tiempo” una demostración de que no hay agotamiento histórico en Rusia? ¿No llegará desde este continente una vez más la salvación de la historia?
Esta pregunta no tiene una respuesta clara. ¿Pero realmente la necesitamos ahora?
El mundo sin historia no sólo es tenebroso, es aburrido a la vez que amorfo. Precisamente esto quería decir Hesse, cuando su héroe Josef Knecht anunciaba que abandonaba el mundo del juego, porque quería servir a la vida. Pero enseguida se ahogó. Esto muestra ideas propias de Hesse sobre el potencial de historia, pero hay otros puntos de vista…
Para finalizar este artículo paso la palabra a Andréi Platónov y a un personaje de su obra “Hombre íntimo”, que se parece demasiado a Kojève y a Fukuyama al mismo tiempo:
“Del tren blindado se bajó un oficial [del ejercito] blanco, Leonid Mayevski. Era joven e inteligente, antes de la guerra escribía poesías y estudiaba historia de la religión.
Se detuvo al lado del cuerpo de Afonin. Aquél estaba postrado como un hombre enorme, sucio y fuerte.
Mayevski estaba cansado de la guerra, no creía en la sociedad humana y una fuerza le arrastraba hacia las bibliotecas.
“¿Será que ellos tienen razón?”, se preguntó a si mismo y a los muertos. “No, nadie tiene razón: a la humanidad sólo le queda la soledad. Por los siglos nos torturamos los unos a los otros, por lo que hay que retirarse y acabar con la historia.”
Hasta el fin de su último día Mayevski no entendió, que es mucho mejor acabar consigo mismo, que con la historia.
Bien entrada la noche, el tren blindado lleno de marinos llegó a una pequeña estación y comenzó el ataque a los blancos de frente. Incontenible, violenta fuerza de marinos cayó casi toda, amontonándose como cadáveres por encima de los cadáveres de toda la unidad de ferroviarios, pero de entre los blancos nadie pudo escapar.
Mayevski se pegó un tiro en el tren, pero su desesperación era tan grande que murió antes de que sonó su propio disparo.”
Andréi Platónov, seudónimo de Andréi Platónovich Kliméntov (Vorónezh, 1 de septiembre de 1899 – 5 de enero de 1951) fue un escritor soviético, uno de los primeros que emergieron después de la Revolución rusa de 1917. Sus obras más conocidas son las distopías “Chevengur” y “El foso”.
Esto el una traducción del articulo (publicado en el periódico“Esencia del Tiempo” numero 2 del 15 diciembre de 2012 ) de Yuri Byali de una serie de artículos sobre los conceptos que se crean en los think tanks por los científicos y estadounidenses, que se promueven y son aplicados por los políticos y después probados en los “laboratorios” mundiales.
Le animamos a compartir nuestras traducciones y artículos, pero SOLO con una mención a la pagina del en eu.eot.su (ver el enlace arriba).