7.11.2024, Moscú.
Nadie de los que hoy discuten sobre los modelos del futuro, aborda el problema del ser humano, afirmó el filósofo, politólogo y líder del movimiento Esencia del Tiempo, Sergey Kurginyan, en su discurso con motivo del aniversario de la Gran Revolución de Octubre.
El politólogo señaló que se pueden pronunciar todo tipo de palabras hermosas sobre el hombre, pero que, «si se restara todo lo positivo – y es mucho – el resultado final sería tal horror que ni siquiera se tendría ganas de hablar de él».
Según el líder del movimiento «Esencia del Tiempo», el ser humano es el único ser vivo en el planeta Tierra que mata en cantidades mucho mayores de lo que es necesario para alimentarse. Hay una voluntad antinatural hacia el asesinato. Además, el ser humano es el único ser vivo que perfecciona las herramientas de asesinato, a diferencia de los depredadores más temibles, que tienen colmillos como sus únicas herramientas de matar. El ser humano cultiva nuevos y nuevos «colmillos»—termonucleares, láser, bacteriológicos, y otros. Tarde o temprano, destruirá tanto a sí mismo como al planeta.
El problema del ser humano ha atormentado a la humanidad durante milenios, y siempre ha habido quienes creían en el ser humano y quienes no.
Los bolcheviques, sin duda, creían en el ser humano, afirma Kurguián. Su sueño era transformar al hombre, un ser inteligente pero dotado de herramientas de destrucción, en algo radicalmente distinto, algo superior. Aunque reconocían la profunda imperfección del ser humano, y su potencial para ser una amenaza para toda la vida en el planeta, también creían que esa imperfección podía ser corregida.
Esta fe de los bolcheviques contradecía la desesperanza que surgió tras el colapso del proyecto jacobino, que confiaba en la razón, la ilustración y la elevación del ser humano para eliminar las guerras de una vez por todas, instaurar una justicia real y lograr otros ideales, explicó Kurguián. El mensaje jacobino mantenía un contenido humanista dentro de una sociedad burguesa centrada en el lucro y la monotonía. Pero en 1914 todo cambió. Los campos de Europa se cubrieron con los huesos de jóvenes, y la brutalidad de los métodos de exterminio, como el uso de gas en Ypres, causó una profunda conmoción.
Entonces surgió la encrucijada: o la bestia rubia, el hombre-bestia creado por el fascismo, o el nuevo ser humano que proponía el comunismo. En el momento en que la desesperación de la Primera Guerra Mundial alcanzó su punto álgido, tuvo lugar la Gran Revolución de Octubre. El ascenso del ser humano, empezando por lo más elemental—la educación universal, el sentido del trabajo, la eliminación de las jerarquías sociales excesivas—se puso en primer plano. Y nació la esperanza de que el ser humano podría transformarse en otro, y que esa transformación se lograría dentro del marco del proyecto comunista. No había otro contenido en ese proyecto, afirma Kurguián. Todo estaba subordinado a ese propósito, mientras el proyecto mantuviera su suficiente intensidad.
De alguna manera misteriosa, todo comenzó a desmoronarse y desapareció por completo en 1991, con el colapso del proyecto comunista. A partir de ese momento, ya nadie quiso hablar sobre el ser humano. Fukuyama proclamó el fin de la Historia, Huntington, el conflicto de civilizaciones, y luego los postmodernistas anunciaron el fin tanto del proyecto del «Hombre» como del «Humanismo».
Kurguián subrayó que, tanto en el pasado como en el presente, sigue creyendo que el comunismo, con su propuesta de un nuevo humanismo, de la historia como un valor supremo y de un nuevo ser humano, es la única alternativa viable frente a lo sombrío y monstruoso que está surgiendo ante nuestros ojos y que amenaza con destruir al ser humano por completo.
Concluyó su mensaje con las siguientes palabras: «No hay, ni puede haber, ninguna alternativa al regreso a la idea de la elevación del ser humano, al Hombre con mayúscula. ¡Feliz 7 de Noviembre! ¡Feliz aniversario de la Gran — verdaderamente grande — Revolución Socialista de Octubre!»