El 12 de octubre de 2012, el presidente de Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev, en su intervención en el Business Forum kazajo-turco celebrado en Estambul, hizo una sonora declaración. Dijo: “Entre el mar Mediterráneo y el macizo de Altái viven más de 200 millones de nuestros hermanos étnicos. Si nos uniéramos, seríamos un Estado grande e influyente en todo el mundo”.
Sólo esto ya sería suficiente para ser algo sensacional. Sin embargo, Nazarbáyev dijo mucho más que eso: “Nosotros vivimos en la patria de todo el pueblo turco. Después de que en 1861 mataran al último Kan kazajo, nosotros éramos una colonia del Zarato ruso, después de la Unión Soviética. En 150 años, los kazajos casi pierden sus tradiciones nacionales, costumbres, lengua y religión. Con la ayuda de Dios, proclamamos nuestra independencia en 1991. Vuestros antepasados, dejando sus tierras históricas del Kaganato turco, se han llevado con ellos el nombre del pueblo turco. Hasta ahora los turcos llaman a los mejores yiğit [dzhigit] ‘kazajos’. Pues bien, nosotros somos esos kazajos”.
Estas palabras se acompañaron con un ritual de alzado de la bandera del Consejo Turco, creado en octubre de 2009 por la iniciativa del líder kazajo.
Es ampliamente conocido que el presidente de Kazajistán Nursultán Nazarbáyev es iniciador y uno de los participantes clave del espacio político-económico euroasiático en los territorios de la Comunidad de Estados Independientes (CEI). El proyecto de integración euroasiática fue propuesto por Nazarbáyev en 1994. Y desde entonces, el líder kazajo insistentemente ha estado desarrollando su doctrina, subrayando, que el acercamiento euroasiático tiene que tener tal unidad e integración, que no oprima ni lleve a la asimilación los pueblos que lo componen.
Muchos en Rusia tienen una posición más que reservada hacia el eurasismo. Al menos porque en la Rusia de hoy el eurasismo está expresamente representado por el apologista del Reich nazi Alexander Dugin, y por el ex-comandante guerrillero checheno, de ideas radicales nacionalistas, Khozh-Ahmed Noukhayev. Aparte de esto, históricamente el eurasismo para Rusia se relaciona también con las expediciones de barón von Ungern, y no sólo con los trabajos del filosofo Nikolái Trubetskói.
Sin embargo, siempre se ha considerado que en Kazajistán, el desarrollo de la idea euroasiática se ha hecho con un carácter más generalizador-integrador, pero sin llegar a extremismos. La construcción euroasiática fue pensada como una amplia colaboración internacional, con la participación de todas las etnias que históricamente han estado presentes en el continente de Eurasia, y, por supuesto, de los rusos. La direccionalidad panturquista se contiene encubiertamente en la idea euroasiática, pero no se veía en primer plano como idea fundamental y claramente anti-rusa. Pero ahora el tema del panturquismo ha sonado en la declaración de Nazarbáyev como algo absolutamente auto-significante.
Pero el panturquismo tiene sus propios objetivos organizativos, que se creaban uno tras otro por sus ideólogos y se implantaban por los políticos. Y si en los últimos años esto por alguna razón cayó en el olvido, ahora es justo el momento para retomarlo.
En 1923 se publicó un libro del fundador turco del panturquismo (o turanismo) Ziya Gökalp “Los fundamentos del turquismo”, que presentaba los planes geopolíticos del panturquismo como tres escalones consecutivos.
Primer escalón: la instauración del turquismo propiamente en Turquía. En esta etapa de la consolidación de la idea del panturquismo se suponía una influencia limitada de la religión sobre la sociedad y el poder (sobre todo, por supuesto, se habla del Islam). El autor proclamó el lema “de la Meca a Altái” (precisamente Altái se considera la mítica tierra de la que es original de la superetnia turca). La misma idea se contiene en la conocida formulación “Corán para Turán”.
Segundo escalón: el desarrollo del panturquismo mundial se suponía como programa-mínimum, así llamado oguzianismo. Esta fase suponía la unión de tres países, donde viven “los descendientes de Oguz”, legendario progenitor de los pueblos turcos. Ziya Gökalp entendía mediante esta unión la unidad de Turquía y los dos Azerbaiyán, el del norte y el del sur.
Tercer escalón: la construcción del mundo turco contenía el programa-máximum, concretamente la integración de todos los pueblos turcos, es decir, a los turcos, tártaros, baskires, altáis, los pueblos turcos del Cáucaso del Norte y Transcaucasia, los pueblos turcos de Asia Central (uzbekos, kirguís, kazajos, turcomanos y otros), así como pueblos del Turquestán Oriental (sobre todo uigures) en un único Estado federativo turánico.
Pero esto tampoco hay que llegar al límite. Por ejemplo, la lista de países de un conocido panturquista de principios del siglo XX, Ahmed bey Agayev, es aún más amplia. Él introduce los Balcanes, Asia Menor, Crimea, el Cáucaso, Daguestán, Astracán, Povolzhie, Kazán, Ufá, Oremburgo, Siberia, Mongolia, Turquestán ruso y chino, así como Bujará, Jiva, Jorasán, la costa sur del mar Caspio y, por supuesto los dos Azerbaiyán, el del norte y el del sur.
Para llevar a cabo la unión según esta lista, hay que destruir no sólo el modelo político de Eurasia del Norte o del Este, sino también de Occidente y de Oriente Medio. Y para ello, por supuesto, sin toda una serie de guerras prolongadas no se podría hacer nada. Llegados a este punto, como siempre que hablamos de proyectos así, nos surge una pregunta: en caso de derrumbe, aunque sea parcial, del actual modelo de Eurasia, ¿será construido precisamente aquello que vemos en esas declaraciones? O, lo que es mas probable, ¿es esto sólo el camino hacia destrucciones y conversiones?
Aquí va un ejemplo bien conocido para la sociedad rusa. A principios de los años 90, el separatismo checheno de Dudáyev levantó una bandera con la imagen de un lobo, un símbolo legendario y sagrado para los antiguos pueblos turcos. Precisamente bajo este símbolo se libraron las primeras batallas armadas de los separatistas en Chechenia-Ingushia, en aquél momento apoyadas con cariño por los instructores turcos. Pero a medida de que las acciones bélicas se prolongaban y se hacían cada vez mas violentas, en las formaciones separatistas ganaban mayor influencia primero los partidarios chechenos del sharia, y después directamente los emisarios extranjeros wahabíes. El antiguo y totémico lobo (en checheno borz) es tan poco complementario con el wahabismo, como la independencia del pueblo checheno con el califato mundial. ¿Qué queda en este caso de tanteos con el panturquismo?
A esto hay que añadir, que en Turquía, que es la fortaleza de todos los panturquistas, en las ultimas décadas cada vez se tambalea más la base secular del Estado, implantada por Mustafa Kemal Atatürk en los años 20 del siglo XX, y cada vez adquieren más peso los partidos que tienen fundamento religioso (islámico). Por esto, aquella base, sobre la que quiere apoyarse hoy el presidente de Kazajistán se hace cada vez mas endeble. Así que por lo visto, la declaración radical del líder kazajo se puede relacionar con esta sensación preocupante de debilidad.
Pero volvamos una vez más a la historia del panturquismo, que empezó mucho antes que los trabajos de los ideólogos turcos a principios del siglo XX.
Es curioso, que el panturquismo como ideología nació entre los tártaros de Crimea. El primero que propuso la idea de la unión de todos los pueblos turcos era un personaje público de los tártaros de Crimea, Ismail Gasprinski, a finales del siglo XIX. Los llamamientos de Ismail Gasprinski ya entonces fueron recibidos con gran inspiración por los nacionalistas tártaros de Crimea, del Volga y los nacionalistas azerbaiyanos.
Es difícil dudar de que esta ideología panturquista ultra nacionalista de los tártaros de Crimea ha jugado un papel en su unión con el nazismo alemán. Cómo no acordarse aquí de la trágica historia de Crimea en los años 40, cuando miles de tártaros de Crimea movilizados se pasaron del lado de los hitleristas. Y cómo no acordarse de aquella especial crueldad, con la que esta parte ultra nacionalista de los tártaros de Crimea exterminaba a los partisanos y prisioneros soviéticos. Y la muerte más cruel esperaba sobre todo a los partisanos de nacionalidad tártara.
Un testimonio aún mas terrible expone la conocida escritora de la emigración rusa María Rosanova en su artículo “La prisionera del Cáucaso”. Citando al historiador menchevique ruso Boris Nicolaevskiy, que afirma: “Durante la ocupación de Crimea, el poder civil allí pertenecía a la comandancia rumana, por la cual fue creado un consejo especial tártaro. (…) Este consejo se dirigió a la comandancia rumana con la petición de permitirles a exterminar a todos los rusos que vivan en el territorio de Crimea. (…) La comandancia rumana (…) respondió con una negativa, pero cuando los tártaros empezaron a poner en practica este plan con sus propias fuerzas no recibieron prácticamente ninguna oposición por parte de los rumanos. El exterminio se llevo a cabo de forma organizada y duró varios días; fueron asesinados según algunos de los informes alrededor de 70 mil, y según otros más de 100 mil personas”.
Dirán: “¡qué horror!”. Pero está claro, así era el fascismo de la II Guerra Mundial. ¿Y hoy en día qué?
En cuanto la Unión Soviética dejó de existir, los líderes nacionalistas rápidamente empezaron a infiltrarse entre la población turca. Claro está, a falta de los antiguos mecanismos de unión estatales soviéticos es difícil culpar a estos pueblos de que ellos, que sintiéndose en una peligrosa incertidumbre por su situación, busquen apoyo en su acotado parentesco superetnico o incluso tribal. Pero la cuestión aquí esta precisamente en la radicalización de esta autodeterminación panturquista.
Azerbaiyán, por ejemplo, en los primeros años postsovieticos fue visitado por Alparslan Türkeş, que en los años 40 era el hombre de confianza de la Gestapo en Turquía, líder del neofascista y panturquista del Partido de Acción Nacional y de su brazo militarizado, los Lobos Grises (bozgurd). Justo después, en junio del 1992, el Frente Popular de Azerbaiyán llegó al poder, y el puesto de Ministro de Asuntos Interiores fue ocupado por el líder de los Lobos Grises azeríes, Isgandar Hamidov. En ese momento, su discurso en el Congreso de refundación del partido panturquista azerí ‘Musavat’ demostró, que el panturquismo contemporáneo, y concretamente los Lobos Grises, no renuncian a sus planes de remodelación del mundo. Hamidov dijo, que para la creación de un estado panturco, el “Gran Turán” hace falta ocuparse no sólo de Azerbaiyán del Sur, sino que también de China, India y Siberia.
Aquél militar postsoviético azerí, que demostró ser un fiel seguidor de Türkeş, a quén pertenece la expresión en el mismo sentido: “¡Actúa, turco! Nosotros ya no tenemos Rumania, Hungría, Siria, Irak, Palestina, Egipto, Argelia, Crimea ni el Cáucaso. Actúa como un Lobo Gris, ¡y que renazcan los viejos tiempos!”.
Y a esta compañía se arriesga a unirse Kazajistán, que nunca antes había mostrado un expansionismo excesivo.
Pero Azerbaiyán no es el único caso de una rápida construcción de relaciones con los Lobos Grises.
Por ejemplo, la autodeterminación turca de los tártaros de Crimea también lleva en la practica a estrechos contactos con los Lobos Grises turcos. Y el objeto de estos contactos resulta ser, por supuesto, el desarrollo de políticas comunes en relación con Rusia. Así por ejemplo, llega en octubre de 2009 a la dirección de los tártaros de Crimea un prestigioso miembro de los Lobos Grises turcos, Yusuf Ziya Arpacık. Sobre el peligro de una invasión rusa a Crimea literalmente dice lo siguiente: “Aquí están nuestros hermanos, los tártaros de Crimea, y si Rusia de todas formas intenta hacer la guerra con Crimea, notará la resistencia de todo el mundo turco. En relación a cualquier política de Rusia nosotros tenemos pensadas las medidas adecuadas, pero yo de todas formas me inclino a pensar, que Rusia no lo hará… Rusia mejor que se olvide de sus pretensiones Imperialistas sobre esta maravillosa península”.
Sería interesante saber, si los Lobos Grises hablan de la misma manera sobre la reconstrucción del califato. ¿Las pretensiones califatistas también sentirán la oposición turca? ¿O sólo de Rusia se puede hablar así?
¿Puede ser que esta parte de la ideología panturquista sea tan intolerante hacia las comunidades de otras etnias no se conozcan en Kazajistán, donde dedican tan cuidadosa atención a la historia turca? Difícil de imaginarlo.
Aun así, algo empujó a tan experimentado político, como es el líder de Kazajistán, a pasar de la suave forma de integración euroasiática a la retórica mas radical. ¿Qué fue? ¿Qué amenaza exigió la búsqueda de apoyo en un campo tan lleno de extremismo, como es el panturquismo en sus formas mas extremas? Para contestar a esta pregunta hace falta hablar sobre todo de la amenaza del incendio islamista, común para todos los países de Asia Central, ampliada por los procesos que se desarrollan en Oriente Medio. Sobre ello hablaremos en el siguiente artículo.
Fuente (para copiar): https://eu.eot.su/?p=5441
Esta es una traducción del articulo (publicado en el periódico Esencia del Tiempo nº2 del 15 de diciembre de 2012) de María Podkopayeva, de una serie de artículos sobre la reorganización de Oriente Medio y África por parte de Occidente. Esta reorganización se puso en marcha para dar lugar al crecimiento de uno de los más violentos y sanguinarios regímenes, conocido como Estado Islámico o ‘Califato’, que tiene como fin último la conquista de Rusia, Europa y China.
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